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En busca de la capital perdida del último reino Inca

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Exploración y Escalada Choquezafra

El Nevado Choquezafraes el "Apu Principal" o montaña sagrada más importante de la zona, y se concentraba en él un doble objetivo:

A) Arqueológico, porque se trataba de aprovechar la ascensión para estudiar la posible existencia de restos incas en las alturas.

B) Deportivo.No había noticias de que nadie hubiera subido hasta la cumbre.

El Choquezafra era una tarea pendiente desde que explorando la zona en busca de los restos de Vilcabamba la Grande, vi por primera vez en 2002 su silueta mágica y supe que era reconocida por los campesinos como el Apu Principal, la montaña más sagrada de la zona. No había noticias de que nadie hubiera llegado nunca a su cima.

Mostré fotos de la montaña a tres alpinistas gallegos: Rubén Suárez Carballo, Pablo Fadeville Cajuso y Andrés Villar Murillo, y no pudieron resistir el magnetismo que irradia de las crestas rocosas de aquella cumbre.


Vias en la cara norte del Nevado Choquezafra

El Choquezafra es el nevado más occidental de toda la sierra de Vilcabamba. Se encuentra en una zona despoblada por lo que la aproximación planteaba dificultades. El 2 de julio recogí en Cusco a los alpinistas y al día siguiente nos pusimos en marcha desde Huancacalle. Doce personas formamos el grupo de apoyo a los alpinistas, con cinco caballos y diez mulas para el transporte de cargas.

Avanzamos por el paso de Chucuitohasta el valle de Armay desde allí proseguimos en dirección a Yanahuanca. Esta es la única zona en el distrito de Vilcabamba donde pudimos ver ejemplares de la espectacular Puya Raimondi, la flor más grande del mundo. Es una ruta de gran interés turístico, que discurre entre los 4000 y 4500 metros de altura, disfrutando el espectacular paisaje que ofrecen los nevados Panta y Azulcocha, con un camino ancho y cómodo que lleva hasta Choquetira. Esta pequeña aldea cuenta con centro de salud y escuela y es el último lugar poblado en la ruta. Desde allí nos internamos por el valle de Piscacocha, avanzando por un antiguo y abandonado sendero, con varios lagos glaciares.

Cruzamos el río Choquezafra cerca de su nacimiento e instalamos el campamento base, a 3.740 metros de altura, en la quebrada Yuracmayo. Allí se acumula una gran cantidad de rocas de granito que se desprenden desde las crestas y grietas del Choquezafra formado un auténtico río de piedras blancas que explican el nombre del lugar: Yuracmayo, que significa Río Blanco.

Por desgracia cambió el tiempo y en los días sucesivos la lluvia y la niebla fueron dificultades añadidas.


Cara sur del Nevado Choquezafra

A partir de allí hubo que prescindir de la caballerías. Iniciamos la ascensión subiendo hasta un collado de 4.020 metros conocido como Rumiwasi, o Casa de Piedra, donde encontramos dos plataformas ceremoniales incas.

Los tres alpinistas se instalaron en el campamento avanzado a 4.800 metros para acometer la escalada de la cumbre. Mientras que yo con el resto del grupo continuamos la exploración de las laderas buscando rutas y restos inca desde aquel lugar hasta Vilcabamba la Grande.

La cumbre del Choquezafra está formada por rocas de granito en descomposición que hacían muy peligrosa la ascensión a la crestas y la climatología complicaba las cosas. A pesar de ello el 8 de julio de 2008 los alpinistas consiguieron coronar la cima, tras una ascensión, no exenta de sorpresas, que Rubén Suárez describe en primera persona:

La Escalada al Choquezafra

Narración de Rubén Suárez

El Campo Avanzado era un mirador privilegiado, aunque lamentablemente la niebla cerrada nos impidió disfrutar de la visión de la Cordillera de Vilcabamba y la selva amazónica que se extendía a nuestros pies. Toda esa visión enriquecía mi existencia en un amanecer despejado y toda ese atractivo se esfumó cuando el infiernillo se negó a funcionar, por lo que en los cinco días que pasamos en la montaña no supimos lo que era una taza de café o una comida caliente, algo que anhelas cuando las temperaturas oscilan entre -4º y -10º.

   

Encontramos un canal que daba un acceso cómodo hasta el último resalte para alcanzar la cima. La ascensión comenzó con una trepada bastante buscando nuestra ruta entre las pendientes rocosas por las que continuamos nuestra ascensión. Ante nosotros emergían agujas por todos lados y la idea de una montaña sin cordales desaparecía. Un diedro tentador apareció en nuestra ascensión por lo que abandonamos la facilidad de las viras para encararnos a él. La idea que traíamos de una montaña compacta se había desvanecido el mismo día que llegamos al Campo Avanzado. Las enormes pedreras que descendían desde la misma cima nos situaban a los pies de una montaña rota y ese deterioro en la piedra convertía la escalada en peligrosa. La niebla cayó, lo cubrió todo, seguíamos escalando sin saber a ciencia cierta si nos dirigíamos a la cumbre principal, cuando un cóndor se acercó a nosotros planeado.

En los meses anteriores intentamos averiguar si se trataba de una cima virgen y no habíamos encontrado ningún dato al respecto.

Tuve el privilegio de hacer la cresta cimera y en mi corta aproximación vislumbre un pequeño hito de piedras. Debajo de ellas había una lata corroída por el paso del tiempo, con un papel en su interior protegido por un plástico quemado en sus bordes y un texto borroso. Se reconocía un nombre A. F. Hartmann. Pero su dirección en Alemania estaba borrosa y también el nombre de su expedición. Se leía bien la fecha. El 7 de Julio de 1968 había llegado a aquella cumbre, justo cuarenta años y un día antes que nosotros. Hubo cierta decepción por no haber sido los primeros pero rendimos un homenaje a aquel pionero que se nos había adelantado.


Rubén y Pablo en la cima 8-3-2008

Al día siguiente Andrés y yo abrimos una vía en el corredor norte, la bautizamos con el apellido de nuestro guía más emblemático: "Nicanor Quispicuzi". La escalada aquí fue arriesgada. Apenas había donde instalar un friend que realmente pudiese soportar una caída. Hice un largo de 30 metros sin meter ningún seguro, quedándome en ocasiones con piedras en las manos y eso mismo le sucedía a mis compañeros. Los tornillos en el hielo trabajaban bien pero a cada golpe de crampones y piolet solo conseguíamos romper en pedazos el viejo glaciar y la progresión también era expuesta pero por fin lo habíamos superado. La amazonía fabricaba la niebla que se hizo dueña de todo y no quería desaparecer, después cayó una lluvia helada, la temperatura bajó y se convirtió en nieve. El hornillo siguió sin funcionar, y hasta cinco días después el 10 de julio, cuando regresamos a Río Blanco, no volvimos a comer caliente.

Rubén Suárez.